martes, 13 de diciembre de 2011

Nuestra Señora de Guadalupe

Introducción

Todos los mexicanos conocemos el origen de la devoción a la Virgen de Guadalupe, ya que forma parte de la historia de nuestra patria, a partir de las apariciones de la Virgen a San Juan Diego (y a su tío Bernardino), en diciembre de 1531, la primera el día 9 y la última el día 12, y la inexplicable impresión de su maravillosa Imagen, que hoy veneramos, y que es nuestro mayor tesoro como nación. Aquí comentamos sólo algunos detalles de la Imagen, que nos pueden ayudar a incrementar nuestro agradecimiento a nuestro Padre Dios y a la misma Virgen María por su predilección por nuestro pueblo, manifestado en este hecho.

La tilma o ayate de San Juan Diego en que está impresa la Imagen.

Es una tela de ixtle, fibra procedente del maguey, burdamente tejida, que usaban los naturales para cubrirse o para cargar cosas. Su máxima duración normal, según se ha comprobado, no supera los 20 años. Sin embargo, la Imagen ha durado estampada hasta la fecha por 480 años sin deteriorarse, a pesar de haber estado expuesta por más de 116 años sin protección, al salitre del Lago de Texcoco, al tocamiento de miles de manos, veladoras, objetos religiosos, etc.

Originalmente el ayate constaba de tres piezas cosidas entre sí. La Imagen está plasmada sólo en dos de esas piezas, que están unidas por un sencillo hilo, cuya costura vertical pasa por en medio de la imagen, y constituye el centro de lo que los pintores llaman la «proporción aurea» (dorada), y que consiste en los trazos geométricos que todo pintor traza en borrador antes de iniciar su pintura, para que ésta quede bien proporcionada. El ayate mide 1,75 m x 1,05 m, y la estatura de la Virgen es de 1,45 m y corresponde a una jovencita de 16 años, en estado de embarazo. Se ha comprobado constantemente desde hace muchos años que los insectos y el polvo son repelidos por la Imagen. En otras épocas, pasaron muchos años sin abrir el nicho, y se encontraron los marcos y el cristal llenos de polvo, pero la Virgen inexplicablemente estaba y ha estado siempre totalmente limpia.

¿Pintura o impresión?      

Ningún pintor hubiera elegido una tela tan burda como el ayate para realizar una pintura, y, sobre todo, una obra tan detallada y tan maravillosa como lo es la Imagen Guadalupana, ni tampoco se le hubiera ocurrido a nadie utilizar para ello dos lienzos unidos entre sí por una costura mal hecha, ya que toda pintura se plasma en lienzos de una sola pieza.

Asimismo, todos los pintores, antes de empezar a pintar un cuadro, le dan a la tela la preparación necesaria para evitar que los colores, al caer directamente sobre la tela, se corran. Esta preparación se llama aparejo, y en el caso de una tela tan burda como el ayate, este aparejo hubiera resultado absolutamente indispensable; lo maravilloso es que el ayate no tiene ninguna preparación.

Por otro parte, el famoso pintor mexicano Miguel Cabrera, que examinó la Imagen con todo detenimiento varias veces en el siglo XVIII, afirmó que según él, parecía que en esta obra se emplearon cuatro técnicas:
-          Al óleo, en el rostro y manos
-          Al temple, en la túnica y en el ángel
-          Al aguazo en el manto
-          Al fresco en los rayos

El mismo Miguel Cabrera, indicó que nunca ningún pintor había intentado semejante combinación, por parecer absurda. Después de exámenes constantes a lo largo de siglos, se ha demostrado que en la imagen no hay absolutamente huellas de pincel, ni de preparación alguna. Se puede afirmar con certeza que no se trata de una pintura, sino de una impresión plasmada en el ayate de manera inexplicable.

Los Ojos de la Virgen

En el año 1929, el fotógrafo oficial de la Basílica de Guadalupe, Alfonso Marcué González, descubrió un rostro humano en los ojos de la Virgen de Guadalupe, descubrimiento que corresponde a una de las imágenes que los oftalmólogos llaman de Purkinge-Sansori (se llama así a las imágenes que todos percibimos en la córnea del ojo, que se reflejan invertidas en el cristalino que se encuentra detrás de ella).

Posteriormente, en 1951, el señor Carlos Salinas Chávez, descubrió en los ojos de la imagen un busto completo de un hombre, distinguiendo brazos y manos. El docror Eduardo Turati Alvarez afirma: «… observando el ojo derecho de la Imagen mediante el instrumento llamado oftalmoscopio, interponiendo cristales con diferentes poderes, se aprecia una sensación de profundidad de la imagen, y una sensación de curvatura de la superficie córnea, tal como sucede en la vida real…». Más tarde, en 1975, otro científico, el doctor José Aste, especialista peruano en computación, obtuvo imágenes digitalizadas de los ojos de la Virgen, y por medio de ellas descubrió los rostros de hasta doce figuras humanas que se reflejan en las pupilas de la Imagen. Hoy en día, en el Museo Guadalupano ubicado en la antigua Basílica, se muestran ampliaciones de estos estudios.

Las 46 estrellas del manto de la Virgen

Según cálculos del Instituto de Astronomía de la UNAM, el solsticio de invierno de 1531 (cuando la tierra está más alejada del Sol), tuvo lugar el 12 de diciembre de ese año a las 10:36, hora local, según el calendario juliano que se utilizaba en esa época, y que corresponde al 22 de diciembre del actual calendario gregoriano. Pues bien, con esos estudios se hizo la correlación de las 46 estrellas que aparecen en el manto de la Virgen, encontrándose que no están puestas al azar, sino que corresponden a las estrellas más brillantes de las 15 constelaciones en la posición que tenían en esa fecha.

La Virgen de pie en el centro de la luna

Es otro de los símbolos de esta imagen, ya que para nuestros antepasados, el centro de algo (u ombligo), era el punto de unión con la divinidad. La palabra “México” (en náhuatl Meztli-co), significa precisamente “en el centro de la luna”. Esta luna representa expresamente la visita de la Virgen a la ciudad de México, como mensajera del verdadero Dios por quien se vive.

El nombre de Guadalupe

La Virgen dijo al tío Juan Bernardino: «… así se nombraría, la perfecta Virgen Santa María de Guadalupe…». (Nicán Mopohua n.° 208). La palabra náhuatl exacta que dio la Virgen a san Juan Diego no la sabemos; sin embargo, los estudiosos han expresado que puede ser alguna de las siguientes: Tequatlaxopeuh 'vencedora del demonio', Tequatlanxopeuh 'la que pisa la serpiente', etc. Esta palabra sonó para los españoles como Guadalupe, que es un nombre de origen español, y corresponde a un pueblo del mismo nombre que ya existía en España, y así quedó para nosotros.

El cerro del Tepeyac

La Virgen seguramente tampoco escogió al azar este lugar para revelarse a San Juan Diego y pedir un templo donde quedarse entre nosotros y mostrarse Madre amorosa. Allí, en el Tepeyac, nuestros indígenas veneraban desde hacía mucho tiempo a la diosa Tonantzin, a quien llamaban madre de todos los dioses. Así, la Virgen de Guadalupe quiso sustituir, con su rostro de Dulce Niña que hablaba palabras blandas y corteses, con el rostro apacible de princesa náhuatl, como mensajera de un Dios bueno (que no pide corazones arrancados en vida), a una diosa a la que se representaba con dos caras, boca muy grande y ojos salidos.

El Nican mopohua

Es el escrito en que están narradas las apariciones de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego, y el título corresponde a las dos primeras palabras con las que empieza, y que significan en náhuatl 'Aquí se cuenta...'. Fue escrito por el indio Antonio Valeriano, que fue alumno y después maestro del Colegio de Tlatelolco, donde los franciscanos educaban a los indígenas.

Conclusión

Ojalá y que nos surja el deseo de conocer cada día más profundamente todo lo relacionado con el mensaje de Tepeyac, no sólo para agradecer el amor de Nuestra Madre, sino para corresponder a ese amor, imitando su vida y sus virtudes que nos lleven a Jesús, a un verdadero encuentro con Dios. No podemos ser guadalupanos sin ser cristianos. La Virgen María de Guadalupe nos recuerda: “…¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y mi amparo? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?...”

Santa María de Guadalupe, Reina de México, salva nuestra Patria y conserva nuestra Fe.

Laus Deo Virginique Matri

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