Templo Parroquial
San Gabriel de la Dolorosa
Calle 9 B Sur n.° 52 B 30
Teléfono: 2550298
Medellín, Colombia
27 de febrero
Se siente anonadado. Ya no hay que deliberar más. Lo que importa es
poner cuanto antes por obra la decisión tomada. Pero su padre continúa
oponiéndose. Y más cuando ve que el joven ha pedido su ingreso nada menos que en
la austera congregación de los pasionistas. Buen cristiano, deja su padre el
asunto en manos de dos eclesiásticos respetables. Los dos, al principio, se
inclinan a pensar que Francisco no resistirá la vida pasionista. Los dos,
después de haber escuchado al joven, se conciertan con él para eliminar las
últimas dificultades. Y así el 21 de septiembre de 1856 Francisco Possenti
cambiaba de hábito y de nombre. Pasaba a ser un novicio pasionista y a llamarse
Gabriel de la Dolorosa. Había dejado su casa paterna y se encontraba en el
retiro de Morrovalle.
De una parte estarían los trastornos políticos del reino de
Nápoles. Y de otra parte lo impediría también su propia salud. Cuando ya
empezaba a aproximarse la fecha de su ordenación sacerdotal, cuando ya, el 25 de
mayo de 1861, había recibido las órdenes menores, la salud de Gabriel empezó a
empeorar rápidamente. La tuberculosis se apoderó de él. Fue necesario recluirse
en la enfermería y dedicarse de lleno a aceptar, con toda alegría y sumisión a
la voluntad de Dios, aquel inmenso sufrimiento. De vómito de sangre en vómito de
sangre, de ahogo en ahogo, viviría así un año enteramente entregado a Dios,
ofreciéndose a Él como holocausto y víctima.
San Gabriel de la Dolorosa
1838-1862
Asís, la ciudad embalsamada por el recuerdo de San Francisco y
por el de Santa Clara, fue su cuna. Cuando nació pertenecía aún a los Estados pontificios,
en cuya administración de justicia trabajaba, corno juez asesor, su
padre. Su nombre fue Francisco.
Vino al mundo el 1.° de marzo de 1838. Pocos años después, cuando el
pequeño Francisco tenía sólo cuatro años, murió su madre. Él quedó huérfano,
junto con sus doce hermanos, al cuidado de su padre, ejemplar y cristianísimo. Y
a su padre debió una firme educación familiar, gracias a la cual pudo llegar a
superar el obstáculo de un carácter propenso a la cólera, y que no dejaba de dar
frecuentes muestras de terca obstinación.
Francisco Possenti, que así se llamaba antes de entrar en religión,
hizo sus estudios primero con los hermanos de las Escuelas Cristianas, y después
con los jesuitas de Spoleto, a donde se había trasladado su padre. Ya de escolar
se iniciaron en él las luchas en torno a la vocación religiosa, que tanto habían
de alargarse.
A los dieciséis años, la pubertad logra enfriar algo sus fervores
infantiles. Una enfermedad le sirve de advertencia, y él, vuelto hacia el Señor,
le promete entrar en religión si se cura. Pero, recobrada la salud, no tarda en
olvidar aquella promesa. Nuevo aviso, nueva enfermedad, más peligrosa aún que la
anterior. Perdida casi toda la esperanza, se encomienda al entonces Beato San
Andrés Bobola y renueva su promesa de entrar religioso. En efecto, al aplicarle
la imagen de San Andrés, queda dormido y horas después se despierta
completamente curado. Pero... el mundo tiraba de él con fuerza. Se encontraba en
plena juventud, tenía éxito entre las muchachas de Spoleto y, por otra parte, la
vida religiosa se hacía muy dura para su carácter independiente.
Nuevo aviso del cielo: el cólera se lleva a una de sus hermanas,
que él quería tiernamente. Parecía ya imposible desoír la voz de Dios. Y, en
efecto, Francisco habla un día seriamente con su padre y le manifiesta que
quiere entrar en religión. Cosa curiosa, su padre, tan cristiano, se niega. Le
parece imposible que un muchacho tan frívolo pueda perseverar, y quiere probar
antes aquella vocación que más le parece fruto de una impresión fuerte, la
causada por la muerte de su hermana, que de una serena reflexión. Y hay un
momento en que parece que todo le daba la razón. A pesar de haber manifestado
tan seriamente su deseo de marchar del mundo, Francisco vuelve a su vida
anterior, y, aun frecuentando los sacramentos, se muestra aficionado al teatro y
se deja envolver por las vanidades del mundo.
El golpe definitivo iba a llegar de la manera más inesperada. El
día de la octava de la Asunción de 1856 Francisco está viendo pasar, como simple
espectador, una procesión en la que se lleva una imagen de la Santísima Virgen
de gran veneración en Spoleto: regalo de Federico Barbarroja a la villa, se decía
que había sido pintada por San Lucas. De pronto el joven levanta su mirada al
cuadro de la Virgen, y se siente sobrecogido al ver fijos en él los ojos de la
imagen. Le parece escuchar una voz que dice:
—Francisco, el mundo no es para ti.
Tienes que entrar en religión.

Su vida religiosa iba a ser breve, pero intensísima. La adaptación
le costó terriblemente. Acostumbrado al género de comidas propio de una casa
acomodada, los toscos alimentos del pobre convento pasionista le causaban una
repugnancia invencible. A pesar de las protestas de su naturaleza insistía en
comer, hasta que los superiores, compadecidos, le permitieron temporalmente
algún alivio. Lo mismo ocurría con todos los demás aspectos de la observancia.
Sin querer aceptar la más mínima singularidad, seguía siempre al pie de la letra
un horario y unos ejercicios que costaban mucho a su delicada
complexión.
Convento de Camerino
En febrero de 1858 comienza sus estudios, que le llevan primero al
convento de Preveterino, después al de Camerino y finalmente al de Isola. En
todos estos conventos dejó el recuerdo de su ejemplar aplicación. Dicen que
tenía siempre ante los ojos aquellas palabras que había escrito un glorioso
santo de su misma congregación, San Vicente María Strambi: «Cuando tenéis que
entregaros al estudio, imaginaos que estáis rodeados por una multitud
innumerable de pobres pecadores privados de todo socorro y que os piden con
vivas instancias el beneficio de la instrucción, el camino que conduce a la
salvación». Esta era la única preocupación de Gabriel: prepararse para el
sacerdocio, al que, sin embargo, por sabios designios de Dios no habría de
llegar.

Había sido ejemplar mientras estuvo sano. Sus compañeros quedaban
maravillados al contemplar la ejemplaridad de la observancia. A la meditación de
la pasión, típica de la congregación en la que había ingresado, añadió siempre
un amor entusiasta, ingenioso, encendido a la Santísima Virgen. Se podría sacar
un tratado completo de devoción a ella, espigando detalles de la vida de San
Gabriel. Desde lo intelectual, con el estudio continuo de lo que se refiere a la
Santísima Virgen y la lectura repetida de Las glorías de María, de San
Alfonso, hasta lo mas menudo y cariñoso: todo un cúmulo de expresiones filiales
que a cada paso surgen de sus labios y de su pluma. El amor a la Santísima
Virgen fue ciertamente la palanca que le permitió subir rápidamente por el
camino de la perfección.
Ejemplar también en la práctica de las virtudes religiosas. Amante
de la pobreza hasta en los más mínimos detalles. Obedientísimo siempre, con
anécdotas que casi nos hacen pensar en el mismo escrúpulo. Y hasta su amor a la
castidad, con el voto que hizo de no mirar nunca a la cara a mujer
alguna.
Y fue también muy ejemplar mientras estuvo enfermo. La presencia de
Dios, que con tanta frecuencia solía él recordar, según es uso entre los
pasionistas, en sus recreos, se hizo ya para él completamente actual durante
todo el día. Solo en la enfermería, podía darse de lleno a tan santo ejercicio.
Sus mismos padecimientos le daban ocasión de ejercitar su caridad para con sus
hermanos a quienes, ni en lo más agudo de sus sufrimientos, quería nunca
molestar. Así se constituyó en la admiración y el ejemplo de todos los
estudiantes del convento.
Hacia el fin de diciembre de 1861 un nuevo vómito de sangre puso en
peligro su vida. Aún pudo asistir a una misa el día de Navidad. Su estado quedó
estacionado hasta el domingo 16 de febrero. Nueva crisis, nuevos y más horribles
dolores, nuevo vómito de sangre. Al fin se vio claro que aquello no tenía
remedio humano. Cuando se lo dijeron, tuvo primero un ligero movimiento de
sorpresa, e inmediatamente después una gran alegría. Recibió el viático, y pidió
perdón públicamente a todos sus hermanos. Pero aún no era la hora. Sólo el 26 de
febrero se le dio la extremaunción. En la noche siguiente, tras de rechazar
reiterados asaltos del enemigo, Gabriel pidió por última vez la absolución. Y
habiéndola recibido, cruzadas las manos sobre el pecho, iluminado su rostro
juvenil por una luz celestial, rindió su último suspiro suave y dulcemente.
Había, comenzado el 27 de febrero de 1862.
Se le hubiera creído dormido cuando, echado en tierra sobre una
tabla, según el uso de los pasionistas, le pudieron contemplar los religiosos
antes de proceder a la inhumación en la capilla del convento. Pero, pese a la
sencillez de su vida, transcurrida sin contacto con el mundo, entre las paredes
de las casas de estudio pasionistas, pronto corrió por todas partes la voz de su
admirable santidad. En 1892 se hizo la exhumación de sus restos. Iban llegando
de todas partes noticias de milagros obtenidos por su intervención. En 1908 San
Pío X procedía a su beatificación, teniendo el consuelo de asistir, anciana ya,
una señora que en su juventud le había tratado bastante, hasta el punto de haber
entrado en los planes de la familia Possenti el proyecto de una boda entre
ambos. Años después, el 13 de mayo de 1920, Benedicto XV lo
canonizó.
Muerto a los veinticuatro años de edad, minorista aún, después de
seis años de profesión religiosa, todo el mundo mira a San Gabriel de la
Dolorosa como modelo y protector de la juventud de los seminarios, noviciados y
casas religiosas de estudio. Y como modelo también de admirable y sentida
devoción a la Santísima Virgen María.
Lamberto de Echeverría
Final de la Misa, en el presbiterio se encuentra la imagen del patrono San Gabriel de la Dolorosa, porque aunque no coinciden con la fecha se celebran las Fiestas Patronales.
San Gabriel de la Dolorosa
(Francesco Possenti).
(Francesco Possenti).
1838-1862.
El Sagrario.
La Virgen Auxiliadora pierde su Mensaje:
«Yo soy el camino que conduce a Cristo».
«Yo soy el camino que conduce a Cristo».
San José con el Niño.
.El Divino Niño del Veinte de Julio.
Aquí se inicia la vida cristiana.
Programas de las Fiestas y de la Novena.
Aspectos externos del templo y desarrollo del Bazar.
La juventud escasea lo que no ocurría antaño.
Desde un sitio estratégico observo dónde va
a caer el globo para la melona.
Al fin me decidí por la carpa azul de la izquierda:
unos frisoles verdes superdeliciosos
calmaron mi ansia meridiana
a caer el globo para la melona.
Al fin me decidí por la carpa azul de la izquierda:
unos frisoles verdes superdeliciosos
calmaron mi ansia meridiana
Una madre da instrucciones a su hijo
mientras le sonríe a la cámara.
mientras le sonríe a la cámara.
Lo de siempre: El hijo va y hace el mandado, es decir,
camina lo que a la madre le dio pereza.
camina lo que a la madre le dio pereza.
Última mirada al desarrollo de las fiestas.
Ya lejos del templo camino de mi casa, esta hermosa araucaria le silbó a la cámara. Silbaba como silba Silva y eso que nadie silba como silba Silva, porque si alguien silba como silba Silva es porque Silva le enseñó a silbar (trabalenguas y trabaortografía).
Oración
¡Oh bienaventurado Gabriel de la
Dolorosa, que, por vuestra afectuosísima devoción a la ínclita Virgen afligida
al pie de la cruz, llegasteis a ser espejo de inocencia, modelo de santidad y
taumaturgo del presente siglo por los estupendos milagros obrados en derredor de
vuestro sepulcro! Dignaos mirarme benévolo desde el cielo y recabadme de la
munificencia divina las fuerzas que he menester para precaver los peligros del
alma, despreciar los halagos del mundo, neutralizar las asechanzas del demonio,
triunfar de mis pasiones, llorar contrito mis culpas, secundar con generosidad
de corazón las divinas inspiraciones y labrar mi santificación mediante un
afecto sincero a la Pasión de Jesús y a los Dolores de mi Madre Maria, a fin de
que, siguiendo vuestros ejemplos aquí en la tierra, pueda igualmente haceros
compañia en el cielo por toda la eternidad. Así sea.
Oración
Oh Dios, que enseñaste a san Gabriel
de la Dolorosa a meditar asiduamente los dolores de tu dulcísima Madre, y le
concediste alcanzar por ella las cumbres de la santidad. Concédenos a nosotros,
por tu intercesión y ejemplo, vivir tan unidos a tu Madre Dolorosa que gocemos
siempre de su maternal protección. Tú, que vives y reinas por los siglos de los
siglos. Amén.
Después de leer detenidamente la vida de este santo, porque nada pongo en mis blogs sin leerlo, me admiro de su valentía pra cambiar el rumbo de su vida y alcanzar la santidad en sólo seis años, contra todos los pronósticos de sus conocidos. Hoy me siento orgulloso de haber llevado su nombre durante 66 años, y si bien sólo arrancaba sonrisas de quienes conocían mi nombre completo, aunque ninca lo he ocultado. Desde hoy lo llevaré con respeto e impediré más sonrisas destacando la santidad de mi tocayo.
Si usted, querido lector, tiene alguna anécdota para contar acerca de San Gabriel de la Dolorosa, o de esta parroquia o de cualquier otra o de akgún beneficio recibido mediante la interseción de los santos o de la Virgen María puede enviármela al correo tiromalo@gmail.com o llamarme al celular 3117719907. Su relato lo enlazaié con la entrada correspondiente.
Gabriel de Jesús de la Dolorosa Escobar Gaviria
Laus Deo Virginique Matri.
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