Máquina de Maravillas o el Rosario bien Rezado
Tomado del blog Soy cura y hablo de Jesucristo
del padre Miguel Ruiz Tintoré
Publicado en octubre (mes del Rosario) de 2013 por la Asociación ARVO (Casablanca Comunicación, Salamanca).
Siempre he amado el Rosario a corazón batiente. Bajo la
acción, que pido, del Espíritu Santo, hágase hoy y aquí la mezcla y cocimiento
de todo lo vivido, de todo lo leído, de todo lo atesorado en tantos años que
han erosionado tantas cuentas. La acción del Espíritu Santo, en realidad, ya la
tengo, en la forma de las reflexiones y la sabiduría de un franciscano
conventual que vive en Argentina y que desde hace tiempo es un amigo del alma
de mi alma. Vamos a hablar del Rosario; pero, o tigres me coman vivo, o he de
hacerlo de tal modo, que cada uno de los lectores encuentre una manera de mejorar
su rezo.
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Beato Juan PabloII Carta apostólica Rosarium Virginis Mariæ |
El Rosario bueno y el Rosario de pacotilla
Ay, el Rosarín que no se cree nadie. Ay, el pseudorrosario
de los papagayos… Hay que explicar qué es y qué no es el Rosario.
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Pablo VI Exhortación apostólica Marialis cultus |
Yo entiendo el Rosario de esta forma: Jesús y María, que
desean nuestra contemplación, se nos hacen los encontradizos en la recitación.
El Rosario verdadero no es el Rosario de recitación, sino el de contemplación.
Es muy santa la oración vocal y la recitación: pero el Rosario no es eso. El
Rosario es una oración más mental que vocal; y por ello, más que hablar, es
escuchar, y sabed que «escuchar» viene
de «auscultare», y que me peguen los médicos si lo que se ausculta no es
el corazón. Nosotros, el Corazón de Jesús y el Corazón de María. O yo soy muy
lerdo, o quien empieza a saber estas cosas se precipita a rezar el Rosario, y
si ya lo reza, a rezarlo de nueva manera. El Rosario es una escuela de
contemplación. «La Biblia de los pobres», de los mayores que no pueden leer, de
los que nunca aprendieron:. «Scrutamini
Scripturas, quia vos putatis in ipsis vitam æternam habere; et illaæ sunt, quæ
testimonium perhibent de me». (Jn 5,39) ‘Escudriñad las Escrituras,
ya que en ellas creéis tener la vida eterna pues ellas dan testimonio de mí’.
En el Catecismo mismísimo lo tenemos: «La oración cristiana se aplica
preferentemente a meditar los misterios de Cristo, como en la lectio divina
o en el Rosario. Esta forma de reflexión orante es de gran valor»[3]. ¿Os dais cuenta de la naturalidad con que apareja el Rosario con la meditación
bíblica? Porque algo tendrá el agua cuando la bendicen.
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Enrique Lacordaire |
Otra cosa es mover la epiglotis. Y a fe mía que hay quienes
la mueven con presteza. Mi frailuco me escribe: «Rosarios (o sartas de cuentas)
tienen casi todas las religiones para rezar —los ortodoxos (para rezar la
Oración de Jesús), los hindúes, los budistas, los islámicos, etc.—. Yo he
estado en contacto con todas esas personas y he visto cómo ponen mucho fervor
cuando rezan sus rosarios. En cambio, cuando se reza el Santísimo Rosario de la
Virgen María en una gran cantidad de parroquias católicas, ¡mamma mia!, yo
no sé cómo pueden pronunciar tantas palabras por segundo…». Y me cuenta: «No
hace mucho leí un artículo de una señora que contaba sus experiencias y decía
que ella rezaba tres rosarios al día —uno por ella, uno por su esposo y otro
por sus hijos—. El primero, el de la mañana, era un rosario "rápido” —decía
ella—, un rosario que no le llevaba más de diez minutos. El otro —al mediodía—
era más “reflexivo", porque le llevaba quince minutos. Y el de la noche, lo
rezaba junto con su familia mirando la televisión. Yo me quedé sencillamente
espantado cuando leí esa sarta de horrores».
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Santo Domingo de Guzmán |
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Beato Juan XXIII |
San Luis María Grignión de Montfort El secreto admirable del Santísimo Rosario |
Me escribe también este pecador santísimo: «A veces tengo
miedo de la cuenta que tendré que dar y así mismo se lo digo al Señor “con
llantos y sollozos” todos los días… Me arrepiento de todo corazón de haberle
ofendido tanto […]. Es por eso por lo que me gusta tanto el Santo Rosario,
porque cuando medito en los misterios, me deleito en la belleza de cada uno de
ellos y me olvido de mi fealdad espiritual. Y a veces, me detengo para decir
algúna avemaría mirando la imagen de la Virgen para saborear bien esa oración
que me encanta. En ocasiones, he sentido en la boca sabor a miel cuando digo esa
oración».
¿Y cómo contemplaré los misterios?
Con el Rosario contemplado, iremos de descubrimiento en
descubrimiento, profundizando en la vida de Jesús y la de María y en todo lo
que conforma nuestra religión y nuestra vida. Será un avance que haremos de
asombro en asombro, y, en ocasiones —la experiencia os habla— os parecerá estar
en el centro mismo de la felicidad. Otras veces, siguiendo la regla común de la
oración, sufriremos aridez y no veremos nada…, pero nuestra fidelidad seguirá
con el rezo hasta que el Señor Bueno decida devolvernos un cielo claro.
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S. S.Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini |
Múltiples métodos, pues. Pero la tradición monástica (desde
Domingo el Cartujo hasta Alano de Rupe) ha desarrollado un método para cuando
estemos avanzados. Se trata de las cláusulas, y es el método
que mejor manifiesta el carácter de oración mental del Rosario y mejor
despliega su capacidad de unirnos, por María, con Dios. La cláusula es una
frase que uno añade, normalmente inventándola en el momento, al avemaría, sea
antes de comenzar esta oración, sea después del nombre de Jesús, como: «Dios te
salve, María…, Jesús, que al hacerse hombre se hizo uno como nosotros», «… Jesús,
que se ha hecho hombre-Dios para reparar el pecado del hombre contra Dios», «… Jesús,
que se ha hecho hombre-Dios para que yo trate a los hombres mejor que lo he hecho
esta mañana con mi compañero», «… Jesús, encarnado para entender los problemas
de los hombres, y así comprender la necesidad económica de mi amigo Antonio», «A
la que es reina del Mundo porque es madre de Dios, Dios te salve, María…».
Quien lo probó lo sabe. Dice mi buen amigo: «Yo me siento
muy bendecido con las cláusulas y las utilizo para concentrarme. Por eso […],
he tenido un tiempo de oración mental muy pleno». Y me aclara: Las cláusulas
deben ser distintas y precisas. No puede haber divagaciones. De ser posible,
deben centrarse en alguna situación del momento. Por ejemplo, en la visita de
María a su prima Isabel, hoy, yo hice hincapié en situaciones específicas en
las que tuve que subir una montaña y no la subí, y en situaciones actuales en
que me veo precisado a subir alguna montaña y no me encuentro muy dispuesto…».
Cláusulas distintas y puntuales para mí significa lo de antes:
imaginación, que es vida, contra el sopor mortecino de los Rosarios
inexplicables de quienes sólo recitan, de los que comen la cáscara y tiran el
fruto, de los ciegos que manejan millones y los tratan como calderilla barata;
de aquellos de los que diría el Maestro: «Populus hic labiis me honorat, cor autem eorum longe est a me»;
(Mc 7, 6). ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos
de mí’.
Nosotros preferimos —¿o
no?— dar culto a Dios «in Spiritu et veritate» (Jn 4, 23), ‘en
espíritu y en verdad’. Por eso queremos hacer lo que hacía María, que «conservabat omnia verba hæc conferens in
corde suo». (Lc
2, 19), ‘guardaba todo esto y lo meditaba en su corazón’; queremos poner
nuestro corazón a latir al unísono con el de María. Buscar la óptica de María;
nos morimos por entrar en su mirada. Queremos, en palabras del Beato Juan Pablo
II, «contemplar con María el rostro de Cristo»[7], y yo prefiero decir, combinando estas palabras con las anteriores de S. S. Pablo
VI [8], «contemplar el rostro de Cristo con el
Corazón de María». San Antonio-María Claret insistía en que la imagen del
Inmaculado Corazón debía ser la Virgen del Rosario con el Corazón en el pecho.
Y, en fin, cuántas cosas están dichas en estas palabras con las que podemos
concluir:
«Si el Evangelio nos dice que ella todo lo guardaba y meditaba
en su corazón, significa que ella componía su oración con estos
acontecimientos. Es como si ella rezara su Rosario, un Rosario
sin cuentas, volviendo siempre a lo importante en la vida de su Hijo y en su
propia vida. María no podía olvidar el primer acontecimiento de gran
importancia en su vida, que fue la anunciación, ni tampoco los demás
acontecimientos gozosos, ni aquellos que se relacionaran con la pasión y la
resurrección de su Hijo. Y esa fue su oración.
»Si rezas el rosario, oras como María, eres como una imagen
de la madre de Dios. La imitas en guardar y meditar los misterios del Hijo y de
la Madre (cfr. Lc 2, 19-51). Ella es la memoria de la Iglesia, nuestra memoria
sobre aquellos acontecimientos que deben ser para nosotros algo vivo. Al
meditarlos entras en contacto con esos misterios, y así se convierten en
canales de gracia para ti. Enamorarse del Rosario significa enamorarse del
Evangelio, enamorarse también de María y de todas las cosas que ella guardaba y
meditaba en su corazón, aquellas que fueron el contenido de su vida»[9].
[1] Carta apostólica Rosarium Virginis Mariæ (2002), n.° 33.
[3] Catecismo de la Iglesia Católica N.° 2708.
[4] Vida de Santo Domingo, cap. 6.
[5] El secreto admirable del Santísimo Rosario, n.° 4.
[6] Cfr. Beato Juan Pablo II, carta apostólica Rosarium Virginis Mariæ (2002),
n.º 30; S. S.Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini, 88.
También Beato Juan Pablo II Rosarium Virginis Mariæ, 35 pidió que, al
acabar el misterio, pidiésemos los frutos de su contemplación, y nadie lo hace.
[7] Carta apostólica Rosarium Virginis Mariæ, 3.
[7] Carta apostólica Rosarium Virginis Mariæ, 3.
[8] Cfr., más arriba, p. 1.
[9] Tadeusz Dajczer, Meditaciones sobre la fe, Madrid: San Pablo, 1994,
pp. 241-242.
Miguel Ruiz Tintoré - miguelruiztintore@gmail.com
– Junio de 2013
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Editado por Gabriel de Jesús de la Dolorosa Escobar Gaviria
Laus Deo Virginique Matri