domingo, 23 de septiembre de 2012

Nuestra Señora de las Mercedes

Fiesta 24 de septiembre
 
La Santísima Virgen se le apareció a San Pedro Nolasco, en 1218, recomendándole que fundara una comunidad religiosa que se dedicara a auxiliar a los cautivos que eran llevados a sitios lejanos. Esta advocación mariana nace en España y se difunde por el resto del mundo.

San Pedro Nolasco, inspirado por la Santísima Virgen, funda una orden dedicada a la merced (que significa obras de misericordia). Su misión era la misericordia para con los cristianos cautivos en manos de los musulmanes. Muchos de los miembros de la orden canjeaban sus vidas por la de presos y esclavos. Fue apoyado por el rey Jaime el Conquistador y aconsejado por San Raimundo de Peñafort.

San Pedro Nolasco y sus frailes muy devotos de la Virgen María, la tomaron como patrona y guía. Su espiritualidad es fundamentada en Jesús el liberador de la humanidad y en la Santísima Virgen, la Madre liberadora e ideal de la persona libre. Los mercedarios querían ser caballeros de la Virgen María al servicio de su obra redentora. Por eso la honran como Madre de la Merced o Virgen Redentora.

En 1272, tras la muerte del fundador, los frailes toman oficialmente el nombre de La Orden de Santa María de la Merced, de la redención de los cautivos, pero son mas conocidos como mercedarios. El Padre Antonio Quexal en 1406, siendo general de la Merced, dice: «María es fundamento y cabeza de nuestra orden».

Esta comunidad religiosa se ha dedicado por siglos a ayudar a los prisioneros y ha tenido mártires y santos. Sus religiosos rescataron muchísimos cautivos que estaban presos en manos de los feroces sarracenos.

El Padre Gaver, en 1400, relata cómo La Virgen llama a San Pedro Nolasco y le revela su deseo de ser liberadora a través de una orden dedicada a la liberación.

Nolasco la pide ayuda a Dios y, en signo de la misericordia divina, le responde La Virgen María diciéndole que funde una orden liberadora.

Desde el año 1259 los padres mercedarios empiezan a difundir la devoción a Nuestra Señora de la Merced (o de las Mercedes) la cual se extiende por el mundo.

América

Los mercedarios llegan al continente americano y pronto la devoción a la Virgen de la Merced se propaga ampliamente. En República Dominicana, Perú, Argentina y muchos otros países, la Virgen de la Merced es muy conocida y amada.

NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED
ESPAÑA


En los ultimos siglos de la Edad Media, los arabes tenían en su poder al sur y el levante español y su vidas en vilo. Los turcos y sarracenos habían infestado el Mediterráneo, y atacaban los barcos que desembarcaban en las costas llevándose cautivos a muchos.
 
Un alma caritativa, suscitada por Dios, a favor de los cautivos, fue San Pedro Nolasco, de Barcelona, llamado el Consul de la Libertad. Se preguntaba cómo poner remedio a tan triste situación y le rogaba insistentemente a la Virgen Maria.

Pronto empezó a actuar en la compra y rescate de cautivos, vendiendo cuanto tenía. La noche del 1.° de agosto de 1218, a Nolasco estando en oracion, se le apareció la Virgen Maria, lo animó en sus intentos y le transmitió el mandato de fundar la Orden Religiosa de la Merced para redención de cautivos. Pocos días después, Nolasco cumplía el mandato. Los mercedarios se comprometían con un cuarto voto: liberar a otros más cebiles en la fe quedando como rehenes, si fuera necesario.

De este modo, a través de los miembros de la Nueva Orden, la Virgen María, Madre y Corredentora, Medianera de todas las gracias, aliviaría a sus hijos cautivos y a todos los que suspiraban a ella, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. A todos darìa la merced de su favor.

La Virgen María tendrá desde ahora la advocación de la Merced, o más bello todaváa en plural: Nuestra Señora de las Mercedes, indicando así la abundancia incontable de sus gracias. ¡Hermosa advocacion y hermoso nombre el de Mercedes!

Nuestra Señora de las Mercedes concedería a sus hijos la merced de la liberación. Alfonso X el Sabio decia que «sacar a los hombres de cautivo es cosa que place mucho a Dios, porque es obra de la Merced».

Bajo la protección de Nuestra Señora de la Merced, los frailes mercedarios realizaron una labor ingente. Como ingentes fueron los sufrimientos de San Pedro Nolasco, de San Ramon Nonato y de San Pedro Armengol. Y no faltaron martires como San Serapio, San Pedro Pascual y otros muchos.

El culto a Nuestra Señora de la Merced se extendió muy pronto por Cataluña y por toda España, por Francia y por Italia, a partir del siglo XIII. El año 1265 aparecieron las primeras monjas mercedarias. Los mercedarios estuvieron entre los primeros misioneros de América. En la Española o República Dominicana, por ejemplo, misionó Fray Gabriel Téllez (Tirso de Molina).

Barcelona se gloría de haber sido escogida por Nuestra Señora de la Merced como lugar de su aparicion y la tiene por celestial patrona. «¡Princesa de Barcelona, protegiu nostra ciutat!».

En el museo de Valencia hay un cuadro de Vicente López en el que varias figuras vuelven su rostro hacia la Virgen de la Merced, como implorándole, mientras la Virgen abre sus brazos y extiende su manto, cubriendolos a todos con amor, reflejando asi su título de Santa María de la Merced.


NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES DE TUCUMÁN
ARGENTINA

 
Tucumán, fue fundada por don Diego de Villarroel en 1565, pero el día de Nuestra Señora de las Mercedes de 1685 fue trasladada al sitio actual.

El Cabildo en 1687 nombró a Nuestra Señora de las Mercedes como Patrona y Abogada de la ciudad, por los muchos favores que la Virgen dispensó a los tucumanos.

La victoria argentina en la batalla de Tucumán del 24 de septiembre de 1812, es acreditada a Nuestra Señora de las Mercedes. En ella se decidió la suerte de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Los españoles eran unos tres mil y los argentinos apenas mil ochocientos. Belgrano, el general argentino, puso su confianza en Dios y en Nuestra Señora de las Mercedes, a quien eligió por Patrona de su Ejército.

En la mañana del 24 de septiembre de 1812, día del combate, el general Belgrano estuvo orando largo rato ante el altar de la Virgen. El ejército argentino obtuvo la victoria. En el parte que transmitió al Gobierno, Belgrano hizo resaltar que la victoria se obtuvo el día de Nuestra Señora de las Mercedes, bajo cuya protección se habían puesto las tropas.

El parte dice textualmente: «La patria puede gloriarse de la completa victoria que han tenido sus armas el día 24 del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes bajo cuya protección nos pusimos».

El general Belgrano puso en manos de la imagen de la Virgen su bastón de mando. La entrega se efectuó durante una solemne procesión con todo el ejército, que terminó en el Campo de las Carreras, donde se había librado la batalla.

Belgrano se dirigió hacia las andas en que era conducida la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes, y le entregó el bastón que llevaba, poniéndolo en las manos de la Virgen y proclamandola como Generala del Ejército.

Al tener conocimiento de estos actos de devoción las religiosas de Buenos Aires, remitieron a Belgrano cuatro mil escapularios de Nuestra Señora de la Merced para que los distribuyera a las tropas. El batallón de Tucuman se congregó antes de partir rumbo a Salta, frente al atrio del templo de Merced, donde se les entregaron los escapularios, tanto los jefes como oficiales y tropas los colocaron sobre sus uniformes.

El 20 de febrero de 1813 los argentinos que buscaban su independencia se enfrentaron nuevamente con los españoles en Salta. Antes de entrar en combate, Belgrano recordó a sus tropas el poder y valimiento de María Santísima y les exhortó a poner en Ella su confianza. Formuló también el voto de ofrendarle los trofeos de la victoria si por su intercesión la obtenía.

Con la ayuda de la Madre de Dios vencieron nuevamente a los españoles, y de las cinco banderas que cayeron en poder de Belgrano, una la destinó a Nuestra Señora de las Mercedes de Tucumán, dos a la Virgen de Luján y dos a la Catedral de Buenos Aires.
A partir del año 1812, el culto a Nuestra Señora de las Mercedes adquiere una gran solemnidad y popularidad. En 1813, el Cabildo de Tucumán pide al gobierno eclesiástico la declaración del vicepatronato de Ntra. Sra. de las Mercedes «que se venera en la Iglesia de su religión» y ordena de su parte que los poderes públicos celebren anualmente su fiesta el 24 de septiembre . La Autoridad Eclesiástica, por Decreto especial, declara el 4 de septiembre de 1813 festivo en homenaje a Nuestra Señora de las Mercedes el 24 de septiembre.

Después del 31 de agosto de 1843, es declarada oficialmente Vicepatrona, jurando su día por festivo y disponiendo se celebre cada año una Misa solemne con asistencia del Magistrado y que por la tarde se saque la imagen de la Santísima Virgen en procesión, como prueba de gratitud por los beneficios dispensados.

Al cumplirse el centenario de la batalla y victoria de Tucumán, la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes fue coronada solemnemente, en nombre del Papa San Pio X, en 1912.

El 22 de junio de 1943, el presidente de la República, general Pedro P. Ramirez, por decreto aprobado el día anterior con sus ministros, dispuso por el artículo 1.° Quedan reconocidas con el grado de Generala del Ejército Argentino: la Santísima Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Mercedes, y la Santísima Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen.

Los artículos 2.° ,3.° y 5.° se refieren a la imposición de la banda y faja que corresponde a los generales de la nación. El Gobierno Argentino proclama así, solemnemente, ante el mundo, su religiosidad.

En 1945, el Gobierno Nacional designó a Nuestra Señora de las Mercedes Patrona Principal de la Aeronáutica Militar.

En Santa Fe la imagen se venera en el templo del Milagro, Paraná se venera en la catedral, en Córdoba en la Iglesia de los Padres Mercedarios, y así en muchos otros lugares.

Oración a Nuestra Señora de la Merced

Generala del Ejército Argentino
A ti recurrimos, oh Virgen Generala de nuestros Ejércitos, para implorar tu maternal protección sobre esta Patria Argentina.
Te recordamos que aquí se alzó el altar donde se glorificó a Jesús Eucarístico ante el mundo entero; que nuestra bandera se hizó en la presencia augusta de tu divino Hijo; que los colores nacionales cruzan sobre tu pecho cual blasón de Generala del Ejército Argentino.
Por todo esto te pedimos que protejas a nuestra Patria erigida según los designios divinos y que del uno al otro confín sepan los pueblos honrarla y que al postrarnos ante tu imagen de Virgen Generala resuene esta unánime aclamación:
¡Tu eres la gloria de nuestra Patria. Tú eres la honra de nuestro pueblo! ¡Tu la Generala de nuestro Ejército!.

NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES
REPÚBLICA DOMINICANA
 
Una de las imágenes de gran devoción en Santo Domingo, y la más antigua es la de Nuestra Señora de las Mercedes.
En marzo de 1495 Cristóbal Colón, acompañado de unos cuantos españoles, tuvo que enfrentar a un crecido número de indios acaudillados por un cacique. Levantaron una trinchera y junto a ella colocaron una gran cruz de madera.
Los indios lograron desalojar a los españoles, quienes de inmediato se replegaron a un cerro. Mientras tanto los indios prendieron fuego a la cruz y con hachas intentaban destruirla, sin poder lograrlo. Ante la agresividad de los indios, Colón y la mayoría de la tropa decidieron retirarse del lugar. Sin embargo el mercedario Fray Juan Infante, confesor de Colón, que llevaba consigo una imagen de Nuestra Señora de las Mercedes, exhortó a los españoles a seguir combatiendo y les prometió la victoria en nombre de la Virgen.
Al día siguiente las fuerza de Colón obtuvieron una increíble victoria frente a los indios, quienes se dispersaron por los montes. Luego de este suceso se construyó un santuario a Nuestra Señora de las Mercedes en la misma cumbre del cerro donde Colón colocó la milagrosa cruz.

Nuestra Señora de la Merced
Patrona de Perú
 
La devoción a Nuestra Señora de las Mercedes en el Perú se remonta a los tiempos de la fundación de Lima. Consta que los Padres Mercedarios, que llegaron al Perú junto con los conquistadores, habían edificado ya su primitiva iglesia conventual hacia 1535, templo que sirvió como la primera parroquia de Lima hasta la construcción de la Iglesia Mayor en 1540.

Los Mercedarios no sólo evangelizaron a la región sino que fueron gestores del desarrollo de la ciudad al edificar los hermosos templos que hoy se conservan como valioso patrimonio histórico, cultural y religioso.

Junto con estos frailes llegó su celestial patrona, la Virgen de la Merced, advocación mariana del siglo XIII.

Esta Orden de la Merced, aprobada en 1235 como orden militar por el Papa Gregorio IX, logró liberar a miles de cristianos prisioneros, convirtiéndose posteriormente en una dedicada a las misiones, la enseñanza y a las labores en el campo social. Los frailes mercedarios tomaron su hábito de las vestiduras que llevaba la Virgen en la aparición al fundador de la orden.

La imagen de la Virgen de la Merced viste totalmente de blanco; sobre su larga túnica lleva un escapulario en el que está impreso, a la altura del pecho, el escudo de la orden. Un manto blanco cubre sus hombros y su larga cabellera aparece velada por una fina mantilla de encajes. En unas imágenes se la representa de pie y en otras sentada; unas veces se muestra con el Niño en los brazos y otras los tiene extendidos mostrando un cetro real en la mano derecha y en la otra unas cadenas abiertas, símbolo de liberación. Esta es la apariencia de la hermosa imagen que se venera en la Basílica de la Merced, en la capital limeña, que fue entronizada a comienzos del siglo XVII y que ha sido considerada como patrona de la capital.

Fue proclamada en 1730 Patrona de los Campos del Perú; Patrona de las Armas de la República en 1823; y al cumplirse el primer centenario de la independencia de la nación, la imagen fue solemnemente coronada y recibió el título de Gran Mariscala del Perú el día 24 de septiembre de 1921, solemnidad de Nuestra Señora de la Merced, desde entonces declarado fiesta nacional, ocasión en que cada año el ejército le rinde honores a su alta jerarquía militar de Mariscala. La imagen porta numerosas condecoraciones otorgadas por la república de Perú y sus gobernantes e instituciones nacionales. En 1970 el cabildo de Lima le otorgó las Llaves de la ciudad y en 1971 el presidente de la República le impuso la Gran Cruz Peruana al Mérito Naval, gestos que demuestran el cariño y la devoción del Perú a esta advocación considerada por muchos como su Patrona Nacional.


 
Tomado de Aciprensa
 
24 de septiembre de 2012
 

viernes, 14 de septiembre de 2012

 

Los siete dolores de María Santísima


«Y a ti, Madre, una espada de dolor te atravesará el corazón...»
(Lu 2, 35)



Explicación de la Devoción y Oración

Devoción


Siempre los cristianos han aprendido de la Virgen a mejor amar a Jesucristo. La devoción a los Siete Dolores de la Virgen María se desarrolló por diversas revelaciones privadas.
 
La Virgen comunicó a Santa Brígida de Suecia (1303-1373):
«Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos. Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios».
Nuestra Señora prometió que concedería siete gracias a aquellas almas que la honren y acompañen diariamente, rezando siete Ave Marías mientras meditan en sus lágrimas y dolores:

1. «Yo concederé la paz a sus familias».
2. «Serán iluminadas en cuanto a los divinos Misterios».
3. «Yo las consolaré en sus penas y las acompañaré en sus trabajos».
4. «Les daré cuanto me pidan, con tal de que no se oponga a la adorable voluntad de mi divino Hijo o a la salvación de sus almas».
5. «Los defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo infernal y las protegeré cada instante de sus vidas».
6. «Les asistiré visiblemente en el momento de su muerte y verán el rostro de su Madre».
7. «He conseguido de mi Divino Hijo que todos aquellos que propaguen la devoción a mis lágrimas y dolores, sean llevadas directamente de esta vida terrena a la felicidad eterna ya que todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo será su consuelo y gozo eterno».

Según San Alfonso María Ligorio, Nuestro Señor reveló a Santa Isabel de Hungría que Él concedería cuatro gracias especiales a los devotos de los dolores de Su Madre Santísima:

1. Aquellos que antes de su muerte invoquen a la Santísima Madre en nombre de sus dolores, obtendrán una contrición perfecta de todos sus pecados.
2. Jesús protegerá en sus tribulaciones a todos los que recuerden esta devoción y los protegerá muy especialmente a la hora de su muerte.
3. Imprimirá en sus mentes el recuerdo de Su Pasión y tendrán su recompensa en el cielo. 4. Encomendará a estas almas devotas en manos de María, a fin de que les obtenga todas las gracias que quiera derramar en ellas.

Meditar los siete Dolores de Nuestra Madre Santísima es una manera de compartir los sufrimientos más hondos de la vida de María en la tierra.
 
La fiesta de Nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre, al día siguiente de la Exaltación de la Santa Cruz. Al pie de la Cruz, donde una espada de dolor atravesó el corazón de María, Jesús nos entregó a Su Madre como Madre nuestra poco antes de morir. En respuesta a esta demostración suprema de Su amor por nosotros, digamos cada día de nuestras vidas:

«Sí, Ella es mi Madre. Jesús, yo la recibo y Te pido que me prestes Tu Corazón para amar a María como Tú la amas».
 
Se reza un Padrenuestro y siete Ave Marías por cada dolor de la Virgen. Al mismo tiempo le pedimos que nos ayude a entender el mal que hemos cometido y nos lleve a un verdadero arrepentimiento. Al unir nuestros dolores a los de María, tal como Ella unió Sus dolores a los de su Hijo, participamos en la redención de nuestros pecados y los del mundo entero.
 
Acto de Contrición
Señor mío, Jesucristo, me arrepiento profundamente de todos mis pecados. Humildemente suplico Tu perdón y por medio de Tu gracia, concédeme ser verdaderamente merecedor de Tu amor, por los méritos de Tu Pasión y Tu muerte y por los dolores de Tu Madre Santísima. Amén. 
(Se aconseja leer del Evangelio las citas que acompañan a cada dolor)

Primer Dolor - La profecía de Simeón

(cf. Lucas 2,22-35)
Qué grande fue el impacto en el Corazón de María, cuando oyó las tristes palabras con las que Simeón le profetizó la amarga Pasión y muerte de su dulce Jesús. Querida Madre, obtén para mí un auténtico arrepentimiento por mis pecados.
-Padr
enuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

 
Segundo Dolor - La huida a Egipto

(Mateo 2,13-15)
Considera el agudo dolor que María sintió cuando ella y José tuvieron que huir repentinamente de noche, a fin de salvar a su querido Hijo de la matanza decretada por Herodes. Cuánta angustia la de María, cuántas fueron sus privaciones durante tan largo viaje. Cuántos sufrimientos experimentó Ella en la tierra del exilio. Madre Dolorosa, alcánzame la gracia de perseverar en la confianza y el abandono a Dios, aún en los momentos más difíciles de mi vida.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

 
Tercer Dolor - El Niño perdido en el Templo

(Lucas 2,41 -50)
Qué angustioso fue el dolor de María cuando se percató de que había perdido a su querido Hijo. Llena de preocupación y fatiga, regresó con José a Jerusalén. Durante tres largos días buscaron a Jesús, hasta que lo encontraron en el templo. Madre querida, cuando el pecado me lleve a perder a Jesús, ayúdame a encontrarlo de nuevo a través del Sacramento de la Reconciliación.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

 
Cuarto Dolor - María se encuentra con Jesús camino al Calvario (IV Estación del Vía Crucis)

Acércate, querido cristiano, ven y ve si puedes soportar tan triste escena. Esta Madre, tan dulce y amorosa, se encuentra con su Hijo en medio de quienes lo arrastran a tan cruel muerte. Consideren el tremendo dolor que sintieron cuando sus ojos se encontraron - el dolor de la Madre bendita que intentaba dar apoyo a su Hijo. María, yo también quiero acompañar a Jesús en Su Pasión, ayúdame a reconocerlo en mis hermanos y hermanas que sufren.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

Quinto Dolor - Jesús muere en la Cruz

(Juan 19,17-39)
Contempla los dos sacrificios en el Calvario - uno, el cuerpo de Jesús; el otro, el corazón de María. Triste es el espectáculo de la Madre del Redentor viendo a su querido Hijo cruelmente clavado en la cruz. Ella permaneció al pie de la cruz y oyó a su Hijo prometerle el cielo a un ladrón y perdonar a Sus enemigos. Sus últimas palabras dirigidas a Ella fueron: "Madre, he ahí a tu hijo." Y a nosotros nos dijo en Juan: "Hijo, he ahí a tu Madre." María, yo te acepto como mi Madre y quiero recordar siempre que Tú nunca le fallas a tus hijos.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

 
Sexto Dolor - María recibe el Cuerpo de Jesús al ser bajado de la Cruz

(Marcos 15, 42-46)
Considera el amargo dolor que sintió el Corazón de María cuando el cuerpo de su querido Jesús fue bajado de la cruz y colocado en su regazo. Oh, Madre Dolorosa, nuestros corazones se estremecen al ver tanta aflicción. Haz que permanezcamos fieles a Jesús hasta el último instante de nuestras vidas.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

 
Séptimo Dolor -Jesús es colocado en el Sepulcro

(Juan 19, 38-42)
¡Oh Madre, tan afligida! Ya que en la persona del apóstol San Juan nos acogiste como a tus hijos al pie de la cruz y ello a costa de dolores tan acerbos, intercede por nosotros y alcánzanos las gracias que te pedimos en esta oración. Alcánzanos, sobre todo, oh Madre tierna y compasiva, la gracia de vivir y perseverar siempre en el servicio de tu Hijo amadísimo, a fin de que merezcamos alabarlo eternamente en el cielo.
-Padrenuestro, siete Ave Marías, Gloria al Padre

Oración final

Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María, morada de pureza y santidad, cubre mi alma con tu protección maternal a fin de que siendo siempre fiel a la voz de Jesús, responda a Su amor y obedezca Su divina voluntad. Quiero, Madre mía, vivir íntimamente unido a tu Corazón que está totalmente unido al Corazón de tu Divino Hijo. Átame a tu Corazón y al Corazón de Jesús con tus virtudes y dolores. Protégeme siempre. Amén.
 

Laus Deo Virginiqur Matri 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

12 de septiembre Día del Dulce Nombre de María


¡Con qué reverente brevedad escribe San Lucas, en el capítulo primero de su Evangelio, la frase que sirve de pórtico al divino cuadro de la Encarnación!: ... et nomen virginis Maria (Lc 1, 27), ‘Y el nombre de la Virgen era María’. Es como presentarnos, en toda su regia sencillez, en el azahar florido y oloroso de su huerto cerrado, a la llena de gracia, a la Reina de los cielos y tierra, a la elegida, a la excelsa Madre de Dios. Y, escuchando el acelerado palpitar de aquel corazón sorprendido ante el inefable misterio que va a realizarse, el ángel San Gabriel, con dulce confianza de siervo expresamente encargado de la custodia y guarda de su Señora, le dice, subrayando su augusto nombre: Ne timeas, Maria; invenisti enim gratiam apud Deum. (Lc 1, 30), ‘No temas, María porque has hallado gracia delante de Dios’.
 
La creación entera se goza en balbucear el eufónico nombre que Dios le impuso a su Madre. «Nombre cargado de divinas dulzuras», como asegura San Alfonso María de Ligorio; nombre que sabe a mieles y deja el alma y los labios rezumando castidad, alegría y fervor: ¡María! Por medio de la que así es llamada, nos han venido todos los bienes y la pobre humanidad puede levantar la humillada cabeza y presentir de nuevo la cercanía de inacabables bienaventuranzas: O clemens, o pia, o dulcis Virgo María! ‘¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!’!
 
Bien le cantamos Mutans Evæ nomen, ‘cambiando el nombre de Eva’, porque Ella devolvió a la gracia, con el nombre de vida, todo lo que la desdichada madre natural de los hombres había entregado a las tinieblas, con el nombre de muerte.
 
Prueba de sabiduría y de acierto es imponer a la persona el nombre que justamente le corresponde. Y nadie como Dios ha sabido dar exactitud, expresión y síntesis a los nombres que Él mismo ha elegido e inspirado.
 
Desde la más remota antigüedad, el nombre impuesto a las personas y a las cosas tuvo, en la mayoría de los pueblos, una significación simbólica. Aun ahora, muchas tribus africanas, otras dispersas en los inmensos parques de América del Norte, y los negros australianos, consideran el nombre como una parte integrante de la personalidad, ocultándolo, a veces, a los extranjeros, bajo apodos y paráfrasis, por temor a los perjuicios que pudiera acarrear su conocimiento.
 
En los países cuya historia se ha ido desenvolviendo al veril de una civilización normal y cada vez más pujante, el simbolismo de los nombres perdió, poco a poco, su luz bajo la potencia bienhechora o maléfica de las personas que los ostentaron. Con razón se dice, pues, que el nombre no hace a la persona, sino la persona al nombre. Y afirma San Pedro Canisio que, puesto que «el nombre es símbolo y cifra de la persona, invocar el nombre de María equivale a empeñar su poder en favor nuestro».
 
Si el Señor escogió entre todas las criaturas la más perfecta, para ser Madre del Hijo divino; si como privilegio de esta maternidad la hizo inmaculada y arca de todas las virtudes, nos parece muy lógico que también eligiera para Ella el nombre más hermoso, el de más alta y acendrada significación, el más dulce entre todos los del humano lenguaje.
 
¿Qué significados tiene, pues, según la etimología, ese nombre cuyo misterioso sentido sólo Dios nos podría explicar?
 
Si, como algunos creen, deriva del idioma egipcio, su raíz es mery, o meryt, que quiere decir muy amada. Según otros, la significación sería Estrella del mar. Si el nombre de María proviene del siríaco, la raíz es mar, que significa Señor. El padre Lagrange opina que los hebreos debieron utilizar el nombre de María con el significado de «Señora», «Princesa». Nada más conforme a la noble misión de la humilde Virgen nazarena. Otro tercer grupo de filólogos e intérpretes sostienen que la palabra «María» es de origen estrictamente hebreo. Y sus diversas y preciosas significaciones son las siguientes:
 
Primera. Mar amargo, de la raíz mar y jam. María fue un verdadero mar de amargura, desde que en el templo, cuando la presentación de su Hijo, vislumbró la silueta cárdena y dolorida del Calvario. Y un mar de amargura desbordante en la pasión y muerte de Jesús.
 
Segunda. Rebeldía, de la raíz mar. Ella, la omnipotencia suplicante, vence a las satánicas huestes. «El nombre de María —escribe el padre Campana— es de una energía singular y tiene en sí una fuerza divina para impetrar en favor nuestro la ayuda del cielo».
 
Tercera. Estrella del mar. Le cantamos Ave, Maris Stella! ¡Y con qué arrebatador encanto glosa y profundiza San Bernardo esta expresiva metonimia!
 
Cuarta. Señora de mi linaje. Frase muy justa y apropiada a la prerrogativa nobilísima de ser Madre de Dios, Reina de todo lo creado.
 
Quinta. Esperanza. Significado más alegórico que etimológico, pero lleno de inefable consuelo. Porque Ella, Spes nostra, ‘Nuestra esperanza’ es el camino de la felicidad, el arco iris que señala un pacto de armonía entre Dios y los hombres. «Bienaventurado el que ama vuestro nombre, oh María —exclama San Buenaventura—, porque es fuente de gracia que refresca el alma sedienta y la hace reportar frutos de justicia».
 
Sexta. Elevada, grande, de ram. San Agustín y San Juan Crisóstomo coinciden en adjudicarle el excelso sentido de «Señora y Maestra».
 
Séptima. Iluminada, iluminadora. Está llena de luz. Sostiene en sus brazos la luz del mundo. Es pura y diáfana. «El nombre de María indica castidad», dice San Pedro Crisólogo.
 
Deliciosamente narra sor María Jesús de Agreda, en su Mística Ciudad de Dios, la escena en la cual la Santísima Trinidad, en divino consistorio, determina. dar a la Niña Reina un nombre. Y dice que los ángeles oyeron la voz del Padre Eterno, que anunciaba: «María se ha de llamar nuestra elegida y este nombre ha de ser maravilloso y magnífico. Los que le invocaren con afecto devoto, recibirán copiosísimas gracias; los que le estimaren y pronunciaren con reverencia, serán consolados y vivificados; y todos hallarán en él remedio de sus dolencias, tesoros con que enriquecerse, luz para que los encamine a la vida eterna».
 
Y a ese nombre, suave y fuerte, respondió durante su larga, humilde y fecunda vida, la humilde Virgen de Nazaret, la que es Madre de Dios y Señora nuestra. Y ese nombre, «llave del cielo», como dice San Efrén, posee en medio de su aromática dulzura, un divino derecho de beligerancia y una seguridad completa de victoria. Por eso su fiesta lleva esa impronta: Acies ordinata.
 
España, siempre dispuesta a romper lanzas por la gloria de María, fue la primera en solicitar y obtener de la Santa Sede autorización para celebrar la fiesta del Dulce Nombre. Y esto acaeció el año 1513. Cuenca fue la diócesis que primero solemnizó dicha fiesta, siguiendo su ejemplo las demás, porque el amor de Nuestra Señora es efusivo y prende con facilidad en terrenos de sincera devoción.
 
Pero fue el papa Inocencio XI —«defensor de la Iglesia con toda la fuerza de su férreo carácter, con la sabiduría de su espíritu y, sobre todo, con el amor de absoluta entrega», como decía en el radiomensaje de beatificación nuestro Santísimo Padre Pío XII—, quien decretó, el 25 de noviembre del año 1683, que toda la Iglesia celebrara solemnemente la fiesta de este nombre excelso.
 
Aquel que hizo en Ella cosas grandes y cuyo Nombre es santo, quiso darle íntima participación de esa misma santidad para consuelo y gozo de quienes invocaren su dulce Nombre. Nombre que ha de ser también loado y santificado, como el Nombre de Dios, en todo el mundo, porque —repitámoslo una vez más— infunde valor y fortaleza.
 
En el áureo Blanquerna, de Raimundo Lulio, en el cual, según alada frase del excelentísimo doctor García y García de Castro, arzobispo de Granada, «el beato mallorquín logró aprisionar las transparencias de las ondas del mar de Mallorca y las incógnitas armonías de los montes de Miramar...», se lee de aquel monje que sólo tenía por oficio dirigir, tres veces al día, una salutación a Nuestra Señora. «Es el ruiseñor del monasterio —continúa el doctor García y García de Castro con galana pluma— y canta las delicias de María, y envídianle los otros ruiseñores esparcidos por aquellos bosques que se reflejan en las aguas luminosas del Mediterráneo mallorquín».
 
«¿Quién se resistirá a escuchar sus melodiosos trinos?»
 
«¡Ave, María! Salúdate tu siervo de parte de los ángeles y de los patriarcas y de los profetas y de los mártires y de los confesores y de las vírgenes, y salúdate por todos los santos de la gloria. ¡Ave, María! Saludos te traigo de todos los cristianos, justos y pecadores; los justos te saludan porque eres digna de salutación y porque eres esperanza de salvación; los pecadores te saludan porque te piden perdón y tienen esperanza de que tus ojos misericordiosos miren a tu Hijo para que tenga piedad y misericordia de sus culpas y recuerde la dolorosa pasión que sostuvo para darles salud y perdonarles sus culpas y pecados.
 
»¡Ave, María! Saludos te traigo de los sarracenos, de los judíos, de los griegos, de los mongoles, de los tártaros, de los búlgaros, de los húngaros de Hungría la menor, de los comanos nestorinos, de los rusos, de los quinovinos, de losarmenios y de los georgianos. Todos ellos y muchos otros infieles te saludan por ministerio mío, cuyo procurador soy...» (Obras selectas de Raimundo Lulio: B.A.C., p.160).
Esa debe ser nuestra salutación y nuestro ruego: que todos conozcan y alaben a María, que todos pronuncien con reverencia su santo Nombre y que Ella mire a todos sus hijos, dispersos por el mundo, con ojos de misericordia y de amor.
 
Su Nombre, para los que luchamos en el campo de la vida, es lema, escudo y presagio. Lo afirma uno de sus devotos, San Antonio de Padua, con esta comparación: "Así como antiguamente, según cuenta el Libro de los Números, señaló Dios tres ciudades de refugio, a las cuales pudiera acogerse todo aquél que cometiese un homicidio involuntario, así ahora la misericordia divina provee de un refugio seguro, incluso para los homicidas voluntarios: el Nombre de María. Torre fortísima es el Nombre de Nuestra Señora. El pecador se refugiará en ella y se salvará. Es Nombre dulce, Nombre que conforta, Nombre de consoladora esperanza, Nombre tesoro del alma. Nombre amable a los ángeles, terrible a los demonios, saludable a los pecadores y suave a los justos."
 
Que el sabroso Nombre de Nuestra Madre, unido al de Jesús, selle nuestros labios en el instante supremo y ambos sean la contraseña que nos abra, de par en par, las puertas de la gloria.
 
 
 
María de la Eucaristía, R. de J. M.
Fuente: Santoral
 

lunes, 10 de septiembre de 2012

P. Fernando Pascual L. C. | Fuente: Catholic net
La Virgen del Evangelio
La Virgen nos enseña el Evangelio, porque su vida fue un vivir para Dios, un acoger y celebrar la Salvación.
 

La Virgen del Evangelio
La Virgen del Evangelio
Queremos conocer a Cristo: descubrir su riqueza humana y divina, comprender su misión entre nosotros, sentir el Amor misericordioso que encierra su misterio, participar de sus sufrimientos, entrar con Él en la Pascua, recibir su Espíritu, celebrar la Redención en su Iglesia.

Queremos conocer a Cristo, y tenemos un Camino especial, materno, sencillo, asequible para todos: la Virgen María. Ella nos enseña, desde su vida hecha misión, los senderos más fáciles, más directos, para alcanzar a Cristo. Porque siempre nos enseña el Evangelio; porque toda su vida fue, simplemente, un vivir para Dios, un acoger y celebrar la Salvación.

La Virgen del Evangelio nos enseña el camino de la obediencia. Su respuesta al anuncio del ángel es la síntesis del corazón creyente: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Como ella, cada bautizado necesita abrir su mente y su corazón para acoger siempre la Voluntad de Dios. Una Voluntad presente en su Palabra, en el tesoro de la Revelación. Una Voluntad explicada y conservada, a través de los siglos, por la Iglesia, que es Madre como María por repetir continuamente: «H
ágase en mí según tu palabra».

La Virgen del Evangelio nos enseña el camino de la gratitud contemplativa. El canto de agradecimiento que sale del corazón de María al visitar a su prima Santa Isabel (Lc 1,46-55) desborda una certeza: Dios ha mirado la humildad de su Sierva. Por eso, precisamente por eso, ha bendecido desde el Corazón de la Virgen al mundo entero, ha sido fiel a su Alianza, ha auxiliado a Israel para que, desde el Pueblo de la Promesa, sea iluminado el mundo entero. La gratitud desborda en cada bautizado cuando reconocemos, como la Virgen, que el Poderoso ha hecho cosas grandes en Ella y, gracias a Ella, las sigue haciendo en la historia humana, en la pequeña historia personal de cada uno.

La Virgen del Evangelio nos enseña el camino de la plena confianza en Jesús cuando llegan momentos de dificultad. «Haced lo que Él os diga» (Jn 2,5), dijo cuando faltaba el vino en Caná. «Haced lo que Él os diga» nos repite en las mil aventuras de la vida. También lo dice en los momentos de bendición, cuando experimentamos que el mandamiento de Cristo es dulce, es suave, es seguro, es redentor.

La Virgen del Evangelio nos enseña algo que nos cuesta mucho aceptar: el camino del sufrimiento. Junto a la cruz de su Hijo, peregrina entre dolores inmensos, María aprendió que la fe también pasa por momentos de prueba. En palabras del concilio Vaticano II: «La Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie (cf. Jn, 19,25), se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma» (Lumen gentium n. 58).

Con Ella a nuestro lado seremos capaces de sobrellevar cualquier sufrimiento. Porque Ella nos sostiene, nos levanta, nos invita a mirar a Cristo y a unir nuestra pequeña cruz a la que, en el Calvario, se convirtió en fuente de salvación eterna.

La Virgen del Evangelio nos enseña, de un modo especial, el camino de la oración como Iglesia. Porque Ella estaba junto a los discípulos que oraban, que anhelaban la llegada del Espíritu Santo (Hch 1,14).

Cuando oramos con la Virgen avanzamos, con certeza, al encuentro con Dios y a la unidad como Iglesia. Quizá hoy, después de tantos siglos de divisiones y de luchas entre bautizados, deberíamos sentir una necesidad profunda de acudir a Ella, de unirnos a su oración, para que el Espíritu de Cristo nos conduzca, nuevamente, por caminos de unidad y de amor.

Todo los bautizados tenemos una Madre que nos acompaña y nos indica el Camino, que nos lleva al encuentro con su Hijo, Jesucristo. Lo hace con su obediencia, con su gratitud, con su confianza, con su sufrimiento, con su oración profunda y eclesial. La necesitamos, profundamente, para que un día escuchemos del Señor que también nosotros hemos llegado a ser parte de su familia: que hemos sido dignos de ser llamados madres y hermanos de Cristo (cf. Mt 12,47-50).
 
Laus Deo Virginique Matri

sábado, 8 de septiembre de 2012

Nuestra Señora en el metro de Medellín. Aguacatala (Línea A)

Estación Aguactala
Mater Boni Consilii
(Madre del Buen Consejo)
 

Mater Boni Consilii
(Madre del Buen Consejo)
 
 
 
Ésta es una de las estaciones en que la advocación de la pintura no coincide con la dedicación de algún templo cercano. Pero en los templos cercanos hay dos marianos: Nuestra Señora de los Ángeles y María, Madre de los Huérfanos.
 
Fiesta: 25 de abril
 
Milagrosamente se trasladó de Albania a Genazzano, Italia como respuesta a las plegarias.
 
Mucho antes de la venida de Cristo, el pequeño pueblo de Genazzano, a treinta millas de Roma, construyó un templo a Venus, la diosa pagana del amor, a la que le tenían particular adhesión. Allí se le ofrecía culto y celebraban grandes fiestas en su honor, especialmente el 25 de abril. Todos los años la gente de Genazzano gozaban de las festividades bailando y cantando.
 
En el siglo IV de nuestra era, cuando el cristianismo había sido públicamente reconocido en el Imperio Romano, el papa San Marco (336 d. C.) mandó construir una iglesia en una colina sobre el pueblo, no muy lejos de las ruinas del antiguo templo pagano. La iglesia, firme y fuerte, pero pequeña y sencilla, fue dedicada a Nuestra Señora del Buen Consejo. A sabiendas del amor que la gente de Genazzano le tiene a las fiestas y celebraciones, el papa declaró el 25 de abril (fecha de las antiguas fiestas paganas) como día de celebración cristiana en honor de Nuestra Señora del Buen Consejo. La Iglesia respeta las costumbres de los pueblos, pero siempre busca purificarlas de todo error y elevarlas hacia Dios.
 
A través de los siglos, Nuestra Señora fue honrada de manera especial en la pequeña iglesia de la colina, la cual se puso a cargo de los frailes de la Orden de San Agustín en 1356. Con el tiempo, el uso y los desgarros comenzaron a afectar el anciano templo. Para el siglo XV, la iglesia se había venido desvencijando tanto que algunos temían su total colapso. Pocos, sin embargo, parecían tener interés en repararla, posiblemente porque habían iglesias más nuevas y mejores en el pueblo.
 
Una viuda santa, Petruccia de Geneo, que amaba a la Virgen devotamente, se sintió inspirada a reconstruir la iglesia. Deseaba que la iglesia fuera más grande y más bonita, más apropiada para la Madre de Dios. Confiando en Nuestra Señora, Petruccia contrató trabajadores y constructores, compró también los materiales y vio las paredes subir. Sus vecinos la observaron por un tiempo en silencio, luego comenzaron a burlarse de ella, especialmente cuando les pedía ayuda.
 
Petruccia no podía comprender la actitud de sus vecinos y pensaba que su amor a Nuestra Señora los inspiraría a ofrecer ayuda. Pero los corazones no estaban para eso. Ellos sabían que construir una iglesia grande y bonita era un gran proyecto y que Petruccia tenía dinero, pero no lo suficiente. Percibían la obra como un acto de orgullo y presunción por parte de Petruccia y la criticaban. Cuando la obra tuvo que detenerse por falta de fondos, las paredes sin terminar fueron nombradas la locura de Petruccia.
 
Probablemente Nuestro Señor permitió todo esto para fortalecer el amor y la confianza de Petruccia. La envidia, la falta de caridad, y los desacuerdos purifican y prueban toda obra de Dios. Ella no se dejó dominar por los obstáculos; estaba empeñada en hacer todo lo que pudiese para ver la iglesia completa. Sentía que Nuestra Señora había inspirado el trabajo y que Ella lo apoyaría cuando fuese su tiempo. Decía que algún día «una gran Señora vendría a tomar posesión de ella». Petruccia entonces recurrió a sacrificios y oraciones más fervorosas.
 
Un poco después, durante la fiesta del pueblo, el 25 de abril, día de San Marcos de 1467, muchas personas estaban congregadas en la plaza del mercado pasando un buen rato, festejando, bailando y cantando. No se sabe por qué ya no rendían honor a Nuestra Señora del Buen Consejo en ese día, como lo habían hecho sus antepasados en siglos anteriores. Probablemente a través de los siglos su devoción por Nuestra Señora se había disminuido, pero habían conservado el amor por las fiestas.
 
En medio de las fiestas, alguien vio una nube encopada flotando bien bajo a través del claro cielo azul. El asombro paralizó el baile y el canto. Toda la atención fue puesta en la nube que bajaba despacio y que finalmente se detuvo en un borde angosto de las paredes sin terminar de la iglesia de Petruccia. La nube se abrió gradualmente, y en su centro apareció una bellísima pintura de Nuestra Señora con el Niño Jesús. Todas las campanas del pueblo comenzaron a sonar sin la ayuda de manos humanas.
 
Atraídos por el inesperado y fuerte repicar de las campanas, la gente de las villas aledañas se apresuraron a Genazzano para averiguar la causa. Mientras tanto, al escuchar del milagro, Petruccia, que estaba orando en casa, se apresuró a la iglesia para arrodillarse ante la pintura. Llena de alegría dijo que ella sabía que Nuestra Señora vendría a tomar posesión de su iglesia. Toda la gente se le unió en las alabanzas a Nuestra Señora.
 
Nadie conocía la procedencia de la pintura ni la había visto antes. Pronto una maravillosa lluvia de gracias y milagrosas curaciones comenzaron a suceder. En sólo cuatro meses, 171 milagros fueron archivados. La gente comenzó a llamar la imagen Nuestra Señora del Paraíso porque creían que había sido traída a Genazzano por manos de los ángeles ocultos en la nube encopada. Otros, por los numerosos milagros, la llamaban Nuestra Señora de los Milagros.
 
Durante este tiempo, dos extranjeros procedentes de Scutari, Albania, llegaron a Genazzano buscando la milagrosa pintura de la Virgen. Ellos contaron su testimonio. Scutari fue la última ciudad tomada por los Turcos en su invasión de Albania. Cuando comprendieron que ya no podian resistir más, le pidieron consejo a la Virgen sobre qué hacer para mantener su fe católica en aquellas circunstancias. Esa noche, ante el asombre de los dos albaneses la imagen de la Virgen se desprendió de la pared y elevándose por los cielos se comenzó a trasladar lentamente hacia el oeste. Así pudieron seguirla, cruzar el mar adriático que separa Albania de Italia, hasta que llegaron a Genazzano. Así decidieron quedarse en Genazzano para vivir cerca de su Señora, que también se había refugiado.
 
Cuando el santo padre en Roma escuchó acerca de la pintura y de sus muchos milagros, mandó a dos obispos como comisionados a examinar y estudiar los acontecimientos extraordinarios. Después de una cuidadosa investigación, el papa y los comisionados quedaron convencidos de que la pintura era verdaderamente Nuestra Señora del Buen Consejo, que había sido venerada por siglos en el pequeño pueblo de Scutari. El espacio vacío con las dimensiones exactas donde había estado la pintura en la iglesia fue evidente para todos. La imagen —del espesor de cáscara de huevo— había sido pintada sobre el yeso de la pared. Ninguna habilidad humana podría haber tomado con éxito la pintura de la pared sin romperla. Ninguna mano humana podría haberla traído a través del mar Adriático y colocarla en el borde angosto de la iglesia sin sujetarla.
 
Naturalmente, la iglesia de Petruccia fue completada. Más bien, hubieron tantas donaciones y fue ofrecida tanta ayuda que se convirtió en una bella basílica. La pintura fue puesta en un relicario maravilloso con un marco de oro adornado con piedras preciosas. Mas tarde dos coronas de oro enviadas por el Vaticano fueron colocadas en las cabezas de la Madre y el Niño. La pintura aún está en la iglesia la locura de Petruccia. Los monjes Agustinos son los guardianes especiales de la iglesia y de la pintura milagrosa.
 
La basílica ha sido afectada por los siglos. Sufrió particularmente por la Segunda Guerra Mundial ya que para arrestar el avance de los aliados, los alemanes no dudaron en bombardear las iglesias. En Genazzano, el santuario de Nuestra Señora no se libró. Una bomba explotó en él con toda fuerza. El altar mayor fue completamente destruido, todas las pinturas y las estatuas en las paredes alrededor se vinieron abajo, pero la milagrosa pintura de Nuestra Señora del Buen Consejo, se mantuvo perfectamente intacta, tan bella como cuando Petruccia la vio por primera vez.
 
Nuestra Señora tiene los ojos parcialmente bajos como si estuviera escuchando con intensidad. Su vestido verde oscuro está adornado con un borde de oro. Su manto azul oscuro cubre su cabeza y sus hombros y cubre parcialmente al Niño Jesús, quien tiene una mano alrededor del cuello de su Madre. Su mejilla toca la de ella, y su mano izquierda esta sosteniendo el cuello de su vestido. El vestido rojo del Niño está adornado con un borde de oro. La expresión en ambos, Madre e Hijo es de una profunda atención. El Niño Jesús parece que está listo para susurrarle algo a Su Madre. Es una pintura, sencilla pero atractiva.
 
En los últimos cuatro siglos innumerables peregrinaciones y muchos milagros han ocurrido en el santuario de Nuestra Señora, Madre Amorosa que es para todos un tesoro de la gracia divina. Acude a ella con tus pequeños problemas; ve a ella con tus grandes problemas; confía en su guía. Ella es verdaderamente Nuestra Señora del Buen Consejo.
 
Las palabras «Mater boni consilii», ‘Madre del buen consejo’ fueron insertadas por Pío IX a las letanías de la Virgen María.
 
Fuente: LeBlanc, Sr.M. Francis, O.Carm., Cause of Our Joy. Boston: Pauline Books and Media, 1976.
 
www.corazones.org.
 
La estación Aguacatala queda en el sector del mismo nombre sobre la margen derecha del río Porce, que también recibe el nombre de río Medellín.
 
La estación sólo tiene entrada y salida por el Norte. Al oriente de la estación está el sector de Aguacatala perteneciente al barrio El poblado de Medellín a lado occidental margen izquierda del río la estación queda en los a escasos 60 metros del límite entre Itagüi (al sur) y Medellín al (norte) éste límite tiene al norte la nomenclatura metropolitana y al sur nomenclatura propia de Itagüí.
 
En el sector oriental predominan las habitaciones de estratos 5 y 6, algunas de las viviendas de dos pisos han sido destinadas a oficinas de empresas comerciales y de servicios. En los sectores suroriental, perteneciente a Itagüí, y noropriental, a Medellín, se desarrollan las actividades industrial  comercial y residencial de estratos 2 y 3 en Itagüí, y 3 y 4 en Medellín.
 
Son de importancia para el sector en el lado oriental La Universidad Eafit, el Colegio San José de las Vegas, la EPS Sura y los centro comerciales Oviedo y Santa Fe y en el lado suroriental, que pertenece a Itagüí, la Fabrica de licores de Antioquia.
 
TC.02. Templos cercanos y sitios de veneración
TC.02.01. Santa María de los Ángeles
TC.02.02. Gruta de la Aguactala
TC.02.04. María Madre de los Huérfanos
TC.02.05. Cristo Rey
 
Desde la plataforma occidental hacia el sur
 
Sala de torniquetes
 
 Costado occidental

Parque en el lado occidental cercano de la
Fábrica de Licores de Antioquia
 
 Costado oriental

Avenida Regional, Sur-Norte
 

Metro que sale hacia el sur
 
Desde la plataforma oriental hacia el note

Metro que viene del sur


Logo de la Fábrica de Licores de Antioquia, FLA.